martes, 3 de noviembre de 2009

Hogar, dulce hogar

Muchas cosas han pasado desde mi último post. He viajado por razones de trabajo y eso siempre enriquece... Conoces gente nueva y te emocionan colores, olores, rincones. Vengo cansaíta pero con la maleta llena de inspiración. Me aseguré de que la magia no se escapara por los dientecillos de la cremallera y me lo he traido todo conmigo. Llego además ilusiones nuevas y fuerzas renovadas para seguir con mi trabajo en el cole. Volver a casa ha sido genial... No nos damos cuenta de cuánto extrañamos las pequeñas y cotidianas cosas que nos rodean hasta que no las dejamos por unos días y nos reencontramos con ellas después. Como el Señor Topo en "El viento entre los sauces" (de Kenneth Grahame), descubrí el calor del hogar tras días fuera y cada rincón parecía darme la bienvenida sin rencor, tal y como a Topo le ocurrió, ofreciéndome esa sensación de paz y tranquilidad añoradas.



"El Topo también estaba deseando meterse en la cama, y muy pronto apoyó la cabeza sobre la almohada, feliz y contento. Pero antes de cerrar los ojos, los dejó errar por su habitación, bañada por el resplandor del fuego que jugaba e iluminaba los objetos familiares que durante tanto tiempo habían formado parte de él, y ahora lo recibían sonrientes, sin rencor. Por fin tenía el estado de ánimo al cual la Rata lo había llevado con tanta delicadeza. Se dio cuenta de lo sencillo, incluso estrecho que era todo, pero también sabía lo importante que era aquello para él, y cuánto significaba para todo el mundo tener un puerto donde refugiarse. No tenía la intención de abandonar su nueva vida al aire libre, ni de dar la espalda al sol, a la brisa, a todo aquello que le habían ofrecido, y encerrarse en casa; el mundo de la superficie era demasiado atrayente, y lo llamaba aun allí abajo, y sabía que pronto o tarde tendría que regresar a él. Pero le agradaba saber que tenía un lugar a donde volver, un hogar todo suyo, lleno de objetos con los cuales siempre podía contar para que le dieran una bienvenida como aquélla."

Y las personas que quieres, una vez más, recordándote que todo parece tener sentido a su lado y que aunque el mundo gira y gira a su antojo algo loquito, perteneces a un lugar, a un instante pequeño y precioso. Ese instante que se me presenta naranja, naranja, redondo, redondo, como la fruta del mercado de "Todos los santos" de mi pueblo esta soleada mañana de noviembre.


Felices y anaranjados sueños.

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