Hay libros y autores que marcan. Libros que se quedan y te acompañan en el día a día: mientras friegas, disfrutas de la compañía de una amiga loca, haces la colada, justo antes de sentir que te duermes tiradita en el sofá junto a la persona amada… Este es el caso de Espejo. Yo y mi reflejo, ¿realidad o misterio?. La coreana Suzy Lee vuelve a jugar con sus trazos susurrándome preguntas al oído.
Como susurran las libélulas (pitijopillos) para Hodei, que ya van cobrando vida y que desean conocer a su dueño prontito prontito: me lo dice el revolotear de sus alas. Tras las vacaciones de Semana Santa será.
Y sigo descubriendo a Miyazaki y sus maravillosas películas animadas. Nada que ver con Disney ni sus discursos excesivamente moralistas y tradicionales. Nicky, la aprendiz de bruja fue terapéutica: su alegría, su apuesta por la amistad, la ayuda a los otros, la valentía y las ganas de alcanzar un sueño se complementan con el sentido del humor, la gracia y el encanto de la protagonista y los personajes que la rodean. Todo aderezado con un dibujo precioso, un color envidiable y unos paisajes de ensueño. Y la magia…
Bueno, me voy río abajo a disfrutar de unos días de descanso. Por cierto, qué pena que este mundo no me permita compartir con vosotros el olor que embriaga mi casa estos días. El azahar explota a cada paso y el suelo es un manto blanco. No sabéis las ganas que tenía de recuperar esta sensación, el calorcito y el aroma envolvente de los naranjos. Os dejo una “tapita” y me marcho más al sur. Felices días.
